Desierto (mi columna en No Apto)

Siguiendo el enlace anterior pueden leer ‘Desierto’, mi columna de hoy en No Apto sobre experiencias en el desierto, sobre la belleza y la profundidad de esas montañas de arena bajo las estrellas, en donde el silencio y la vastedad difuminan el tiempo y nos dibujan nuevos caminos.

Saberse ir (mi columna en revista Cronopio)

Haciendo clic en el enlace arriba pueden leer ‘Saberse ir’, mi columna en la nueva edición de Revista Cronopio (agosto 2021), sobre atravesar puertas llevándonos justo lo necesario y sabiendo dejar atrás lo que es pasado, y sobre la importancia de que todos tengamos a dónde llegar, así como la empatía con quienes viven con esa falta de lo fundamental.

Aislamientos

El encierro obliga a la mente –y al alma– a viajar por sus propios medios. Los libros y los recuerdos son dos de sus herramientas invaluables cuando la naturaleza y el universo pueden recorrerse solo desde la ventana.

En estos días de confinamiento me he descubierto en recorridos mentales saltando entre imágenes de viajes anteriores, que me han hecho sonreír –y reír– nuevamente, recordando con esperanza que el mundo sigue ahí, que hoy se siente más lejos, se percibe borroso, inalcanzable, pero que en cada lugar permanecen los sitios –y los universos que ellos encierran– que me han llenado de vida y me han hecho soñar.

Y, así mismo, he recordado que allí siguen las personas que los habitan y que, en muchos casos, han sido determinantes para las experiencias que le dieron forma a como viví, entendí y recuerdo hoy cada lugar. Pienso, por ejemplo, en Eliézer, un judío enorme, de unos setenta y cinco años, pelo blanco, cara rojiza y barriga grande como él, que me llevó a vivir unos de los días más maravillosos e inolvidables de mi vida recorriendo los Altos del Golán en Israel.

Eliézer y yo empezamos con el pie izquierdo, pues hubo una confusión con el recorrido que haríamos y él se mostraba duro como una piedra, su humor ácido, su flexibilidad inexistente. Para mí cada minuto en esa región era oro, así que al principio sentí un gran desasosiego pensando que me iría sin ver lo que había soñado ver. Pero, poco a poco, Eliézer me fue mostrando por qué la vida me lo había puesto en el camino, por qué aquel error en el plan inicial había sido mi fortuna para adentrarme en el Golán de su mano y sus experiencias. El humor ácido siguió, pero ese corazón endurecido por las guerras y las necesidades se fue abriendo poco a poco, intentando recuperar mi ilusión en el viaje, alegrándose con disimulo cuando yo tímida y lentamente fui venciendo mi frustración y le empecé a preguntar.

Entre conversaciones cada vez más profundas y cercanas, entre desierto, kibutz, cultivos, memoriales de guerra, trincheras, fronteras invisibles, muros y carreteras imposibles, Eliézer y yo nos hicimos buenos amigos e intercambiamos sonrisas sinceras. Ese hombre que al principio me produjo impotencia y que me asombró poco a poco con su conocimiento, después me hizo sentir el corazón mientras explicaba sin ahorrar detalles cada lugar parado bajo un sol y en un calor en el que yo me tambaleaba para sostenerme en pie un minuto más (después supe que él además tenía una cirugía de columna que le causaba mucho dolor); cuando me contó que hacía muchos años había pasado un par de días detenido por haber cogido aguacates del suelo bajo un árbol ajeno para tener algo de comer (y cómo con su conocimiento de las leyes logró salir); cuando, en ese mismo calor demencial, caminó hasta el carro para recoger un libro del soldado israelí Avigdor Kahalani y leerme un fragmento bajo un árbol, con las fuerzas suficientes para transmitirme el drama del momento (no olvidaré los movimientos de su mano junto al corazón mientras leía “my heart was beating”); y cuando, tras separarnos un rato en un pueblo, volvió diciendo, con la misma dureza mientras yo contenía las lágrimas, que lo habían estafado donde había comprado el almuerzo.

Aprendí lo que no puedo explicar con Eliézer y llevaré los Altos del Golán por dentro mientras tenga memoria. Y a él lo llevaré en el corazón. Desde ese viaje, de vez en cuando, nos damos un saludo por WhatsApp. Yo lo recuerdo con frecuencia: pienso en cómo llevará su espalda en esas intensas horas de trabajo y mientras maneja o está de pie bajo el sol. Pienso en su edad, en su soledad, en lo que pasará por su mente con los recuerdos de la guerra mezclados con la necesidad y los dolores del presente. Pero desde hace unas semanas, desde el confinamiento y la respectiva desaparición del turismo, no sale de mi mente: pienso en los aguacates que tuvo que recoger del suelo hace muchos años, cuando no tenía qué comer. Pienso en que, a pesar del dolor en la espalda, él quisiera estar todas esas horas parado bajo el sol para tener de qué vivir, aunque fuera más humano que no estuviera trabajando así a su edad. Pienso en lo lejos que está, en la impotencia de todo.

Y entonces, por esas cosas de la vida, recibo un saludo suyo por WhatsApp para saber cómo estoy. Le pregunto por él y me dice que no hay turismo desde el dos de marzo y que está manejando un taxi en Tel-Aviv, aunque por el confinamiento “not much money”, hay poco dinero. Es lo máximo que me admitirá desde ese muro que ha construido alrededor de sus sentimientos. Pero para mí es suficiente para sufrir por él, para imaginarme su cotidianidad.

Entonces recuerdo que es Eliézer, ese hombre de hierro con esa voluntad que ya se quisieran los demás. Así que decido simplemente conversar con él un rato (me cuenta incluso que es un día triste en Israel, pues se conmemora la muerte de seis millones de judíos en el Holocausto), rememorar nuestros recorridos, agradecerle una vez más, decirle que todo estará bien y que me gusta mucho hablar con él, para que sepa que, de alguna manera y a través de los infinitos mundos que nos separan, aquí estoy.

Y entonces pienso en Ervin, el chico bosnio de veintitantos años que me llevó a recorrer las montañas que rodean Sarajevo y me contó detalles escalofriantes sobre el asedio de la ciudad y sobre esa guerra que él vivió cuando era niño. Pienso en las dieciséis horas diarias que trabajaba –no olvido las gotas de sudor rodándole por la cara permanentemente– cargando unas bolsas pesadísimas para tener herramientas que hicieran la experiencia inolvidable y que así de pronto más personas se atrevieran a ir a esa Bosnia que todavía suena a guerra, a miedo y a retraso, pero en donde precisamente quienes la reconstruyen buscan de qué vivir.

Dónde estará Ervin a esta hora, sin viajeros a los que contarles sobre el horror en esa preciosa ciudad… Cómo se sentirá verdaderamente Eliézer… Qué pasará por la mente y el corazón de aquellos que no tienen cómo quejarse de aburrimiento desde el encierro.

La perfección entre la selva y el mar (mi columna en revista Cronopio)

Haciendo clic en el link pueden leer “La perfección entre la selva y el mar”, mi columna para la edición de marzo de 2020 de revista Cronopio, sobre la magia y la relación con la naturaleza en el Chocó colombiano, particularmente en Bahía Solano.

Conversación con Pablo Jacobsen en su podcast Máximo Desempeño, de Revista Semana

Es momento para reflexionar sobre lo humano. Les comparto la conversación que tuve con el periodista y politólogo Pablo Jacobsen en su podcast Máximo Desempeño, de Revista Semana, sobre los viajes como una forma de acercarme e intentar entender mejor a la humanidad, y como inspiración para contar historias que transmitan sensibilidad, solidaridad y empatía, sentimientos fundamentales para construir una mejor humanidad.

También pueden oírlo en este link de Revista Semana o en Spotify, Apple Podcasts, Google Podcasts o Deezer.

Las cicatrices y la esperanza de los pueblos

Medellín abraza su historia es un proyecto precioso y valioso de la Alcaldía de Medellín, de la mano del Taller de Edición, con el que se busca compartir información y reflexionar en sociedad sobre la historia de la ciudad para aprender del pasado y construir un mejor futuro. Es un honor para mí que mi artículo “Las cicatrices y la esperanza de los pueblos” abra este libro reflexionando sobre la memoria colectiva desde una mirada internacional, a partir de distintos ejemplos de naciones y sociedades del mundo que se han reconstruido a partir de las heridas del pasado y el aprendizaje grupal permanente.

Para leer el artículo completo:

Viajar (y vivir) entre muros (Columna Revista Cronopio)

Vida Cronopia es mi columna en la revista Cronopio. Esta es la edición de septiembre de 2019.

Ballenas en Bahía Solano, Chocó, Colombia

Bahía Solano, en el departamento de Chocó, al norte de la costa pacífica de Colombia, es un paraíso natural único en el mundo en el que se unen la selva húmeda tropical y el mar, y en donde se puede disfrutar de 60% de la biodiversidad del planeta, con 25% de especies de plantas que solo están en este lugar. Además de la magia de esta riqueza natural, que permite ver árboles, flores, pájaros, mariposas, ranas y raíces de todos los colores y formas, también es posible ver las ballenas jorobadas que migran desde la Antártida para aparearse y dar a luz a sus ballenatos, así como vivir la experiencia de ver desovar a las tortugas marinas y hacer parte de la liberación de las tortuguitas que nacen y emprenden su camino hacia el mar. El ecolodge El Almejal, ubicado en la playa del mismo nombre, es el lugar ideal para disfrutar de Bahía Solano y realizar excursiones únicas como el parque Nacional Natural Utría, una ensenada preciosa que lleva hacia un sendero con manglares, naturaleza y playas con corales; el Río Chadó con sus cascadas; el río Tundó, rodeado de selva y pájaros multicolor; y la reserva natural propia de este hotel… ¡No hay palabras para describir la energía del Pacífico colombiano!

Dubrovnik, una postal de piedra sobre el mar Adriático

El contraste de formas y colores de los muros de piedra, los techos anaranjados y el azul profundo del mar hacen que Dubrovnik parezca una postal. Esta ciudad que se ha hecho famosa por muchas escenas de la serie Game of Thrones tiene una combinación maravillosa de callecitas y plazas que parecen de mármol, dándole un ambiente palaciego, con vistas impresionantes desde las murallas y desde la montaña, y con playas cristalinas para refrescarse en los calientes veranos y admirar la ciudad amurallada desde distintos ángulos. Dubrovnik es maravillosa, fácil de recorrer y está llena de magia.

La profunda y bella Mostar, en Bosnia y Herzegovina

Mostar es una ciudad tan bella y tan profunda en tantos sentidos, que es difícil resumirla en unas pocas frases. La hermosura, la magia y el contraste de las aguas esmeralda del río Neretva con la piedra de sus calles, los colores de las artesanías y las formas del famoso e histórico Puente Viejo (el Stari Most) y de los minaretes de las mezquitas a su alrededor, se combinan con su riqueza cultural e histórica, con el dolor y los recuerdos de la guerra (visibles en fachadas, museos y en las historias de la gente) y el lema de no olvidar, que está presente de forma visible en la ciudad, para darle a Mostar un sentido profundo y llenarla de riquezas para sus visitantes. Jamás olvidaremos la calidez de su gente, llena de dolor y de bondad, y las caminadas coloridas y de postal por esos caminos que sobrevivieron a los horrores cometidos por los hombres en la Guerra de los Balcanes.

El Valle de Nadie en CNN en Español

Entrevista con Pablo Jacobsen para su podcast Máximo Desempeño, de Revista Semana

Autora

Soy Catalina Franco Restrepo, periodista, viajera y lectora incansable. Aprendiz de escritora. Soy colombiana y vivo en Colombia, pero he viajado por 47 países y vivido en Estados Unidos, Canadá y España. Tengo un máster en Relaciones Internacionales y Comunicación de la Universidad Complutense de Madrid porque soy adicta a entender cómo funciona este mundo maravilloso, complejo y tantas veces tan doloroso. Después de hacer una práctica en CNN en Atlanta, he trabajado en medios de comunicación como La W, en editoriales como el Taller de Edición y en distintas empresas como asesora de comunicaciones y relaciones públicas. He hecho traducciones y escrito para distintos medios nacionales e internacionales (actualmente soy columnista de la revista Cronopio). En resumen, a partir de mis lecturas y mis viajes intento comprender el mundo, siento más cerca su dolor y su magia, e intento escribir para compartir un poco de todo eso.

En 2018 publiqué mi primera novela: El valle de nadie (disponible en Amazon).

En cuanto a este blog, hay espacio para mis textos sobre lo que me conmueve, para opiniones sobre el mundo y también para compartir la riqueza del planeta a través de relatos e imágenes de viaje.

Entrevista El Tiempo Televisión sobre El Valle de Nadie

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