La nación mayor

El miedo se ha convertido en el líder de nuestros días. Ha sido la principal motivación de varias de las mayorías que se han pronunciado en los últimos meses, redireccionando el rumbo de sociedades enteras, sin saber muy bien lo que han elegido ni por qué lo han hecho.

Después de ver una encuesta que se hizo tanto en Estados Unidos como en varios países europeos, en la que encontraron resultados similares de mayorías que apoyarían leyes para prohibir la entrada de nacionales de países de mayoría musulmana a sus naciones en el futuro, hice el ejercicio de tratar de entender qué podría pasar por la cabeza –o por las emociones– de estas personas.

Poniéndome en su lugar –o pensando como viajera que soy–, podría decir: “vivíamos muy tranquilos (y esto sí que sería una afirmación dudosa teniendo en cuenta la historia de Europa y lo que pasa actualmente, y cada vez más seguido, en tantas ciudades de Estados Unidos, que nada tiene que ver con musulmanes), hasta que empezamos a saber de explosiones o tiroteos por parte de musulmanes en nuestro territorio…”

Entonces sí, pensé, es cierto que es mejor salir de casa sin temer si allí a donde vamos algo puede estallar. Pensé también en los cientos de millones de musulmanes que nada tienen que ver con eso y que se sienten igual –o peor– de asqueados ante la demencia de unos cuantos “de los suyos”, con los que lo único que tienen en común es una clasificación al azar, y que se han convertido en su condena. No pude dejar de recordar esos contados colombianos mafiosos y tristemente representativos en tantos imaginarios que tan mal rato nos han hecho pasar a los casi 48 millones de colombianos de bien cuando intentamos explicar a un extranjero que jamás hemos visto la maldita cocaína, o nos demoramos en un aeropuerto poniendo ojos de niños buenos frente a agentes de inmigración con cara de puño que han leído la palabra clave en nuestro pasaporte.

Y así, cuántas situaciones más.

También, lo de siempre, tener en cuenta el resto de los datos de la encuesta que evidencian la desinformación absoluta de las personas del común –igualmente mal encaminada debido al miedo– que afirman creer que en sus países vive y vivirá una cifra desproporcionadamente mayor de musulmanes de la que realmente lo hace o lo hará según cálculos basados en la realidad. Que no saben –o no quieren saber– que gran parte de esos atentados que temen los han cometido musulmanes nacidos y educados en sus países y no inmigrantes que hubieran podido detenerse en un aeropuerto o una frontera. Y, como no, que los perfiles de quienes apoyan este tipo de leyes son bastante dicientes: los mayores de 60 años frente a los menores de 30, quienes no estudiaron más allá de la secundaria frente a los universitarios, y la población rural frente a la urbana.

Está de acuerdo con ello –teme mucho más– quien jamás ha convivido con otras culturas ni conoce un poco más de historia, de proporciones, de humanidad. Puro desconocimiento y puras ganas de lo malo pero conocido. Miedo al cuento que echa el populista de turno.

Entonces vamos a lo siguiente: personas nacidas y educadas en Europa y Estados Unidos han cometido crímenes en nombre de organizaciones terroristas que dicen actuar en nombre del Islam, y, como se sabe, muchos han hecho sus contactos y han recibido entrenamiento y órdenes por internet. En simples comunidades virtuales se han sentido parte de ese llamado al odio y a destruir, y han actuado.

Como se diría popularmente, entonces no crucemos la puerta de la casa porque nos puede pisar un carro.

Más nos valdría, en nombre de las seguridades nacionales y la tranquilidad absoluta, terminar de una vez por todas con el peligro de internet; encontrar el peor defecto que por ignorancia asociemos con cada nacionalidad para prohibir la entrada de esa y todas las demás a nuestro territorio; no reconocerles derechos a parejas del mismo sexo porque nos volvemos una sociedad “anormal”; no mandar los hijos al colegio para que el de nariz pequeña no llame narizón al narizón –y de pronto algún día este decida dispararle a toda su clase–; y no compartir la vida con nadie porque nuestra experticia en demonizar las diferencias nos ha llevado a que en esta nación mayor, la de la humanidad entera, se llegue una y otra vez a la guerra absoluta: con otro país, otra raza, otra religión, con la propia familia y con uno mismo.

 

PD: Si entendiéramos que los muros lo único que crearán son divisiones violentas –y pasajeras– que tarde o temprano estallarán, y que no se trata de alejarnos para no vernos, sino de aprendernos a mirar para reconocernos en los otros y enseñárselo a las nuevas generaciones, de manera que la posibilidad de contemplar un futuro en paz exista al menos en las ideas…

 

One thought on “La nación mayor
Arturo VÉLEZ

Sigo buscando mi comentario a tu artículo me parece excelente y era muy acorde a ese pensamiento decía en términos generales que la represión y la discriminación son los grandes generadores de pobreza y de resentimientos que muchas veces derivan en violencia. La medida en que los gobernantes entiendan esto el mundo logrará la armonía y desarrollo con progreso para todos sus habitantes vivan en el país que Vivan.

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El Valle de Nadie en CNN en Español

Entrevista con Pablo Jacobsen para su podcast Máximo Desempeño, de Revista Semana

Autora

Soy Catalina Franco Restrepo, periodista, viajera y lectora incansable. Aprendiz de escritora. Soy colombiana y vivo en Colombia, pero he viajado por 47 países y vivido en Estados Unidos, Canadá y España. Tengo un máster en Relaciones Internacionales y Comunicación de la Universidad Complutense de Madrid porque soy adicta a entender cómo funciona este mundo maravilloso, complejo y tantas veces tan doloroso. Después de hacer una práctica en CNN en Atlanta, he trabajado en medios de comunicación como La W, en editoriales como el Taller de Edición y en distintas empresas como asesora de comunicaciones y relaciones públicas. He hecho traducciones y escrito para distintos medios nacionales e internacionales (actualmente soy columnista de la revista Cronopio). En resumen, a partir de mis lecturas y mis viajes intento comprender el mundo, siento más cerca su dolor y su magia, e intento escribir para compartir un poco de todo eso.

En 2018 publiqué mi primera novela: El valle de nadie (disponible en Amazon).

En cuanto a este blog, hay espacio para mis textos sobre lo que me conmueve, para opiniones sobre el mundo y también para compartir la riqueza del planeta a través de relatos e imágenes de viaje.

Entrevista El Tiempo Televisión sobre El Valle de Nadie

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