Hace veinte años que Rosita trabaja en la casa de mis papás –mi casa hasta hace unos meses. Y antes de eso, al llegar del Chocó a Medellín, trabajó con mi abuelita. Creció con nosotros y nos vio crecer. Se convirtió en parte de la familia.
Hace quince años, cuando yo tenía quince, Rosita tuvo a su única hija y le puso el nombre de la secretaria de mi papá: Jackeline. Además de parecerle muy bonito, conectó ese nacimiento de cierta manera con esa familia a la que le dedicaba sus días.
Recuerdo perfectamente los primeros años de Jackeline, cuando Rosita la llevaba a mi casa durante el día y ella se paraba en la puerta de mi cuarto a mirar sin parpadear. Era una chiquitina que corría por todas partes y cogía lo que se iba encontrando:
– ¿Qué eto? –preguntaba sin cesar.
Ese es mi recuerdo de ella, pues esas visitas duraron hasta que cumplió unos tres años y empezó a estudiar. Después, solo oía su voz por teléfono cuando llamaba y, tímidamente, preguntaba por Rosita. Mi única otra conexión con ella era a través de los vestidos y la ropa que empecé a mandarle cuando dejó de ser una niña.
Pero el tiempo pasa y, hace dos semanas, Jackeline cumplió quince años, la edad que tenía yo cuando ella nació. Para esta ocasión pensamos que mandarle un regalo era demasiado simple, entonces decidimos invitarla a almorzar a la casa y cantarle el cumpleaños con torta, velas, bombas y demás, como lo haríamos con cualquiera de la familia.
El día llegó y Jackeline, una Jackeline grande y desconocida para nosotros, entró a la casa casi sin hablar. Fue difícil convencerla de que nos sentáramos en la misma mesa, pero una vez nos miramos alrededor de ese espacio, comimos, abrimos regalos, oímos las historias de los viajes al Chocó y recordamos momentos de todos estos años, conecté a la Jackeline de quince con la de tres años que se paraba a mirarme en la puerta de mi cuarto.
Esa tarde nos despedimos y Rosita nos agradeció como solo ella sabe hacerlo.
Dos días después, Rosita se le acercó a mi mamá a decirle lo especial que había sido para ellas ese momento y le contó lo que Jackeline le dijo al salir de nuestra casa:
– Mami, yo nunca en la vida me los hubiera imaginado a ellos así. Yo pensaba que ellos eran muy pero muy altos, altísimos. Nunca creí, pero son normales.
Leave a Reply