Ayer por la tarde pedí un Uber para ir a reunirme con unas amigas. Me recogió un hombre joven y, después de montarme en el puesto de adelante como ellos lo solicitan casi siempre, me sentí algo incómoda porque percibí una mirada intensa de parte de él y por su forma de hablar. Me puso conversación sobre el servicio de Uber y yo, que no sabía si me sentía segura o no, seguí la conversación evitando un poco su mirada, pero hablando con un ser humano que me estaba prestando un servicio y que lo había hecho todo bien. De pronto, me recomendó otra aplicación y me dijo que le parecía muy buena y segura, porque también los hacía sentir seguros a ellos como conductores, ya que a veces le pasaba que recogía a personas que le causaban ciertas dudas y se sentía intranquilo. Así que ya éramos dos. Me dijo, contándome un ejemplo, que hacía unos días le había tocado un hombre que lo había saludado “¿qué más niño?”, con el acento y la connotación que solo los paisas conocemos, y que él se había sentido algo extraño. Entonces, hasta ese momento, yo estaba intranquila en un carro por alguien que hablaba de una manera y que a su vez se sentía intranquilo en otro carro por alguien que hablaba de esa manera que yo percibía que él hablaba…
Pareciera que no tiene fin. ¿En qué momento empezamos a sentir desconfianza de todo y a tenernos miedo entre todos y a todo?
Somos seres humanos. Ojalá pudiera más el lazo de la solidaridad y de una esencia compartida, que el pánico que se nos ha metido por dentro y ahora parece tomar las decisiones por nosotros.
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