Fragilidad (mi columna en No Apto)

En el enlace arriba pueden leer ‘Fragilidad’, mi columna en No Apto sobre una experiencia que viví en Vietnam como una forma de esperanza para educar desde la fragilidad y los grises de la vida, de modo que la valentía que celebramos esté ligada a la compasión, a la delicadeza.

Mirar con simpatía

– Gracias por mirarme con simpatía –me dijo con una sonrisa rodeada de arrugas y pelo blanco, un hombre delgado de unos ochenta años que caminaba despacio y solo por la calle.

Se había detenido junto a nuestra mesa para mostrarnos las manchas en su piel, contarnos que se había contaminado con mercurio trabajando el oro en Segovia y pedirnos alguna ayuda.

– Eso lo seca a uno –nos dijo, a unos pasos de distancia, advirtiéndonos que no era nada contagioso, tras ese agradecimiento por saludarlo como a un ser humano y sonreírle, por no huirle ni despreciarlo ni hacerme la que no lo veía como respuesta a su primer intento de acercarse que, en la mayoría de las ocasiones, debe vivir en medio de la invisibilidad.

– ¿Cómo fue lo del mercurio? –le preguntó mi amiga.

– Gracias por preguntarme, me voy a sentar aquí unos segundos y les cuento –dijo venciendo la barrera, mientras corría una silla, y respiró, aunque inseguro al sentarse, para explicarnos el proceso del trabajo con el oro y cómo había llegado el mercurio a una herida que tenía en el brazo.

Después de terminar su historia le dimos unos pesos y, con esa misma sonrisa rodeada de arrugas y pelo blanco, nos dijo que nos agradecía por haberle preguntado, que había descansado unos minutos y se había relajado un poco.

Era un anciano cansado y enfermo, un hombre que, más que esos pesos, necesitaba sentarse un par de segundos y que alguien le hablara, lo oyera y le sonriera.

Lo vimos alejarse así, solo, con pequeños pasos que lo hacían ver como moviéndose un poco hacia cada lado, con su correa y su camisa por dentro, en las calles de una ciudad, menos amigables que las de su pueblo.

Hay que mirar con simpatía. Siempre.

 

Para recordar cada segundo de la vida, para tener la imagen en la mente y en el corazón cuando se pida un plato de comida, cuando uno sabe que hay algún alimento que se va a dejar o que la porción es demasiado grande. Para jamás desperdiciar un alimento y para que la solidaridad y la compasión no se desprendan ni un segundo de nuestras acciones:

– Si usted me asegura que no va a decir nada yo le digo cuál es mi secreto.

Dice Amena y habla más bajito y mira alrededor como quien quiere asegurarse. Yo le digo que claro, que a quién le voy a contar qué, y ella me dice que a veces pone a hervir agua y le agrega algo, una piedra, una rama, cuando los chicos no la ven.

– Entonces los chicos ven que estoy cocinando algo y yo les digo que va a tardar, que se duerman un ratito, que después los despierto. Y entonces así se duermen más tranquilos.

Yo escucho; no le pregunto qué le dicen al día siguiente, cómo hace para que funcione más de una vez: me parece que no quiero saber.

 

El hambre. Martín Caparrós.

Cuando se sabe lo necesario

Salía de un almuerzo de trabajo y en la calle se me acercó una mujer de baja estatura, con arrugas en la cara producidas más por la vida que por la edad, para ofrecerme una bolsita de dulces. Con una sonrisa le agradecí y le dije que sería en otra ocasión.

– Tengo hambre –me dijo– Si quiere, usted misma me compra alguna cosita de comer aquí al frente.

Esas palabras a mí me atraviesan. Saqué un billete de dos mil pesos (un dólar) y se lo entregué con otra sonrisa.

– Dios la bendiga, más de lo que ya la ha bendecido… –me dijo sin saber nada de mí, pero sabiéndolo todo.

El Valle de Nadie en CNN en Español

Entrevista con Pablo Jacobsen para su podcast Máximo Desempeño, de Revista Semana

Autora

Soy Catalina Franco Restrepo, periodista, viajera y lectora incansable. Aprendiz de escritora. Soy colombiana y vivo en Colombia, pero he viajado por 47 países y vivido en Estados Unidos, Canadá y España. Tengo un máster en Relaciones Internacionales y Comunicación de la Universidad Complutense de Madrid porque soy adicta a entender cómo funciona este mundo maravilloso, complejo y tantas veces tan doloroso. Después de hacer una práctica en CNN en Atlanta, he trabajado en medios de comunicación como La W, en editoriales como el Taller de Edición y en distintas empresas como asesora de comunicaciones y relaciones públicas. He hecho traducciones y escrito para distintos medios nacionales e internacionales (actualmente soy columnista de la revista Cronopio). En resumen, a partir de mis lecturas y mis viajes intento comprender el mundo, siento más cerca su dolor y su magia, e intento escribir para compartir un poco de todo eso.

En 2018 publiqué mi primera novela: El valle de nadie (disponible en Amazon).

En cuanto a este blog, hay espacio para mis textos sobre lo que me conmueve, para opiniones sobre el mundo y también para compartir la riqueza del planeta a través de relatos e imágenes de viaje.

Entrevista El Tiempo Televisión sobre El Valle de Nadie

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