A veces un abrazo profundo, de dolor, de perdón, de amor, de esperanza, lo cambia todo.
Esos abrazos, muchas veces, duelen, porque llevan por dentro historias humanas, tropiezos de nuestros intentos de vivir e hilitos de una fuerza que se aferra a creer en la parte buena de la existencia, en el amor y en un mejor futuro, sin abandonarlo todo, sin despegarse de las raíces, de la tierra y la cultura, de algún compañero de vida, de una pasión.
Es la lucha del ser humano por proteger su entorno, por construirse un buen rincón en el mundo, por eso que llamamos felicidad.
Cuando una pareja se ama y tiene la valentía de caminar la vida de la mano está tomando la mejor y más dura decisión de su vida: la de aferrarse a la esperanza de un amor intenso, de una compañía ‘para siempre’, y la de arriesgar ese amor a aporrearse con todas las dificultades del camino, a ver los lados feos, a sentir decepciones, a la tentación de la renuncia, al cansancio del tiempo, a la desesperanza.
Pero es esa decisión del amor y de la lucha por querer vivir una buena vida la que da las fuerzas para levantarse cada vez y limpiar todos esos golpes, para seguir comprobando que vale más la intensidad de hacer parte de algo, de compartir con la riqueza de otro, de no abandonar y de seguir explorando el mundo desde lo que somos y lo que escogimos.
Casi siempre, a quienes más amamos es a quienes más herimos, porque es con quienes más convivimos, ante quienes abrimos lo más hondo, con quienes no podemos evitar que surjan nuestras mayores debilidades, por eso, porque queremos mucho. En una pareja puede haber una herida profunda, una infidelidad, por ejemplo. Aunque doloroso, lo más fácil es decir adiós y asumir que es el fin ineludible. O, también, es posible que el vínculo sea tan fuerte, que la posibilidad de la reconstrucción se sienta tan dolorosa y a la vez como la única esperanza, que un abrazo sincero de perdón, de reconocimiento y de compromiso lo signifique todo, así siempre vayamos a sentir un abismo cuando recordemos el antes de ese abrazo.
Es hacer parte de un proyecto, de un sueño sin el que la vida parece vacío.
Hoy hacemos parte del proyecto más importante de nuestra historia como nación. Todos tenemos un dolor inmenso por dentro, una herida que recordaremos pase lo que pase, pero ese abrazo profundo es lo que más necesitamos, es nuestra posibilidad de existir y de ser viables, de decirnos a la cara que un día estuvimos en guerra entre nosotros mismos, que nos hicimos tanto daño, pero que pudo más nuestra voluntad de seguir siendo Colombia, de creer en nuestra humanidad y en un futuro mejor para todos, de que la violencia como forma de vida quede en los libros de historia, de tener la valentía de escoger el amor para seguirnos cayendo juntos y cada vez levantarnos para seguir en una misma dirección.
Mañana empieza el proyecto más importante de nuestras vidas como colombianos.
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