– ¡Ven, ven siéntate que te van a retratar! –le pidió este cubano de barbas blancas y boina a su perro cuando le pregunté si podía tomarles una foto.
Los dos caminaban tranquilos por la calle Obispo en La Habana Vieja, el perro adelante a un paso más rápido, y el hombre despacio, con pasitos cortos, dueño de su tiempo.
– ¡Espérame, devuélvete que tengo que descansar! –le había dicho mientras se sentaba en esa banca, minutos antes del retrato, a ese, su compañero de la vida.
Comentarios recientes